Bohemia Espiritual
Observo cómo escapan de mi mente aquellos momentos que formaron lo que soy, los momentos en que lloré y otras tantas ocasiones que me paralicé por un tiempo. Me doy cuenta de que hay gente que puede pasar por nuestra vida dejando rastro y marca en el corazón (para bien o mal).
Observo cómo escapan de mi mente aquellos momentos que formaron lo que soy, los momentos en que lloré y otras tantas ocasiones que me paralicé por un tiempo. Me doy cuenta de que hay gente que puede pasar por nuestra vida dejando rastro y marca en el corazón (para bien o mal).
He
tenido sueños que he olvidado muy pronto, casi fugaces, a lo mejor porque no
marcaron ni hicieron temblar el corazón de emoción; fueron sueños perecederos
en el tiempo, no hicieron diferencia en mi vida.
Dolor
y alegría, belleza y temor, son divididos por delgadas líneas que son fáciles
de romper; pero siempre por alguna razón poderosa, un sueño ha sobrevivido hasta
hoy: venció el tiempo, el dolor, la desesperanza, la frustración... Es un sueño
que no logro realizar, pero tampoco puedo olvidar ni dejar de lado. Este sueño
trae a mi vida dolor, ansiedad, temor y un encuentro constante con la realidad.
¿Dónde pongo lo hallado? –decía un bohemio...
Este
sueño persiste en mi mente desde niño, es algo imposible de borrar. Cuando una
persona despierta y lo primero que piensa es en un sueño, respira su sueño,
sufre su sueño, vive con todas sus fuerzas ese sueño, sus acciones están impregnadas
de ese sueño, es porque ese sueño que lleva dentro es su misión y vocación.
Mas
esos sueños tienen un alto precio, un costo que no pensamos posible pagar. Pueden
pasar los años y aquel sueño se ve cada vez más lejano. Las montañas más
altas, suelen tener en su base llanuras donde podemos quedar atrapados sin
darnos cuenta, por mucho tiempo, sin avanzar, o sin aparentemente avanzar,
y nos falta el aire y aun no empezamos a subir; despertamos cada día con la
esperanza de que este sea el día, de que algo suceda, o de que podamos tener la
oportunidad de provocar algo que nos lleve a...
En
verdad, puede ser doloroso y frustante, agotador, porque las pequeñas acciones
que realizamos no suelen tener su evidencia (resultado) de inmediato, ni al día
siguiente, o aun después de años de intentos; en ocasiones hasta podemos sentir
que no vamos hacia ningún lado.
He
cometido errores cuyas consecuencias han sido brutales, muchas de las cuales sigo
sufriendo; es el costo-oportunidad que inevitablemente debemos pagar.
Me
es difícil existir cuando día a día me bombardean con frases de superación
personal (con buenas intenciones claro): quieren motivarme. Hasta que un
día dejo de leerlas o pensar en ellas; estoy agotado de esperar, y esas frases
como: "¡Ánimo! Dios está contigo", "Aún no es el tiempo de
Dios", te caen exactamente en ese lugar que estás pensando... ¡Sí!
Se convierten en un comercial más en el que ahora ya no crees. En eso se terminan
convirtiendo cuando no sabes cómo vivir, aplicar o entender esas palabras. Siempre
hay alguien demandando más fe de ti, confianza, esperanza, esfuerzo, y vos
por tu lado, ya no querés ni responder, pues ahora te parece poco o nada
importante que alguien te entienda.
Si
sos cristiano como yo, no tienes el derecho (o no te lo dan) a sentirte
cansado, a llorar, o a pensar que todo terminó. Nos convertimos casi en impíos
si llegamos a sentirnos vencidos. Nos suelen poner contra la pared, nos juzgan
por no tener la fe suficiente para seguir, por no confiar o por no haber
aprendido a confiar, por no saber cómo dejar todo en manos de Dios y esperar “el
tiempo”, Su Tiempo, para un Dios atemporal.
Por
favor, no los escuchés, no los determinés,
¿estás cansado? Tenés el derecho a... ¿Te duele todo? ¡Es normal! Así quedamos
después de las batallas. ¿Llora tu corazón? ¡Sí! Eres un ser vivo que siente y
resiente el camino. ¿Sentís que te rompés? ¡Es lo mejor que podés sentir!
¡Estás vivo!
Quiere
decir que la rueda sigue girando y el Alfarero aún tiene sus manos sobre de ti.
¡Seguís en la Rueda! Date la oportunidad de estar ahí, no todos
pueden
estar ahí, no todos están ahí; te enojás, te ahogás, te duele, te consumís y
tratás de levantar la cabeza, esperando que frente a ti se abra el Mar Rojo, ¡y
gira la casa de Israel!, y gira tu corazón, y gira tu alma, y caés en pedazos
nuevamente, y un día caés y pensás que nunca te vas a levantar, que todo
terminó… Y sin embargo debes levantarte, y a lo mejor tendrás que hacer
otra cosa para sobrevivir, la cual probablemente tampoco tenga nada que ver con
tu sueño, porque no hay tiempo de quedarte abajo.
¡Y
llorás! Y tomás aire, y te levantás cada día sabiendo que tu sueño quedó atrás,
intentando ser responsable, pero no tenés fuerzas para ser responsable, y guardás
silencio, porque es difícil que alguien pueda entenderte, ni aun los más
cercanos.
Caés
de rodillas buscando una respuesta, tratando de entender, ¡y preguntás! (pues
si querés una respuesta necesitás hacer una pregunta). Y viene aquella
frase terrible a tu mente: "esperá el tiempo de Dios". Y no la podés
entender, ¡así de simple! ¡No estás en condiciones de entender!
Buscás
razones, buscás esperanza, buscás ese instrumento de Dios que te dé un empujón,
buscás... Simplemente buscás.
Los
sueños pueden dormirse pero no mueren, podés intentar ahogarlos, engañarlos,
ignorarlos, pero si tu sueño es tu misión de vida solo morirá cuando murás
vos, y cuando te murás tu sueño irá contigo. Dios puso la eternidad en el
corazón del hombre, y con la eternidad el sueño. ¡No podés desistir! No porque
no querás, sino porque no podés, aunque te digás cada mañana que terminó, él seguirá
ahí, y te darás cuanta que de nada sirve alejarse de Dios, mientras Dios
tenga la mirada en ti no se rendirá. ¡Dios no se rinde! Si aún da vueltas
la Rueda, y Él tiene sus manos sobre ti, Dios seguirá, si tiene que seguir
rompiéndote en mil pedazos.
Marco
Franco
15-10-19
No hay comentarios:
Publicar un comentario