sábado, 12 de octubre de 2019

El dolor del sueño

Bohemia Espiritual

Observo cómo escapan de mi mente aquellos momentos que formaron lo que soy, los momentos en que lloré y otras tantas ocasiones que me paralicé por un tiempo. Me doy cuenta de que hay gente que puede pasar por nuestra vida dejando rastro y marca en el corazón (para bien o mal).
He tenido sueños que he olvidado muy pronto, casi fugaces, a lo mejor porque no marcaron ni hicieron temblar el corazón de emoción; fueron sueños perecederos en el tiempo, no hicieron diferencia en mi vida.

Dolor y alegría, belleza y temor, son divididos por delgadas líneas que son fáciles de romper; pero siempre por alguna razón poderosa, un sueño ha sobrevivido hasta hoy: venció el tiempo, el dolor, la desesperanza, la frustración... Es un sueño que no logro realizar, pero tampoco puedo olvidar ni dejar de lado. Este sueño trae a mi vida dolor, ansiedad, temor y un encuentro constante con la realidad. ¿Dónde pongo lo hallado? –decía un bohemio...

Este sueño persiste en mi mente desde niño, es algo imposible de borrar. Cuando una persona despierta y lo primero que piensa es en un sueño, respira su sueño, sufre su sueño, vive con todas sus fuerzas ese sueño, sus acciones están impregnadas de ese sueño, es porque ese sueño que lleva dentro es su misión y vocación.

Mas esos sueños tienen un alto precio, un costo que no pensamos posible pagar. Pueden pasar los años y aquel sueño se ve cada vez más lejano. Las montañas más altas, suelen tener en su base llanuras donde podemos quedar atrapados sin darnos cuenta, por mucho tiempo, sin avanzar, o sin aparentemente avanzar, y nos falta el aire y aun no empezamos a subir; despertamos cada día con la esperanza de que este sea el día, de que algo suceda, o de que podamos tener la oportunidad de provocar algo que nos lleve a...

En verdad, puede ser doloroso y frustante, agotador, porque las pequeñas acciones que realizamos no suelen tener su evidencia (resultado) de inmediato, ni al día siguiente, o aun después de años de intentos; en ocasiones hasta podemos sentir que no vamos hacia ningún lado.
He cometido errores cuyas consecuencias han sido brutales, muchas de las cuales sigo sufriendo; es el costo-oportunidad que inevitablemente debemos pagar.

Me es difícil existir cuando día a día me bombardean con frases de superación personal (con buenas intenciones claro): quieren motivarme. Hasta que un día dejo de leerlas o pensar en ellas; estoy agotado de esperar, y esas frases como: "¡Ánimo! Dios está contigo", "Aún no es el tiempo de Dios", te caen exactamente en ese lugar que estás pensando... ¡Sí! Se convierten en un comercial más en el que ahora ya no crees. En eso se terminan convirtiendo cuando no sabes cómo vivir, aplicar o entender esas palabras. Siempre hay alguien demandando más fe de ti, confianza, esperanza, esfuerzo, y vos por tu lado, ya no querés ni responder, pues ahora te parece poco o nada importante que alguien te entienda.

Si sos cristiano como yo, no tienes el derecho (o no te lo dan) a sentirte cansado, a llorar, o a pensar que todo terminó. Nos convertimos casi en impíos si llegamos a sentirnos vencidos. Nos suelen poner contra la pared, nos juzgan por no tener la fe suficiente para seguir, por no confiar o por no haber aprendido a confiar, por no saber cómo dejar todo en manos de Dios y esperar “el tiempo”, Su Tiempo, para un Dios atemporal.

Por favor, no los escuchés, no los determinés, ¿estás cansado? Tenés el derecho a... ¿Te duele todo? ¡Es normal! Así quedamos después de las batallas. ¿Llora tu corazón? ¡Sí! Eres un ser vivo que siente y resiente el camino. ¿Sentís que te rompés? ¡Es lo mejor que podés sentir! ¡Estás vivo!
Quiere decir que la rueda sigue girando y el Alfarero aún tiene sus manos sobre de ti. ¡Seguís en la Rueda! Date la oportunidad de estar ahí, no todos
pueden estar ahí, no todos están ahí; te enojás, te ahogás, te duele, te consumís y tratás de levantar la cabeza, esperando que frente a ti se abra el Mar Rojo, ¡y gira la casa de Israel!, y gira tu corazón, y gira tu alma, y caés en pedazos nuevamente, y un día caés y pensás que nunca te vas a levantar, que todo terminó… Y sin embargo debes levantarte, y a lo mejor tendrás que hacer otra cosa para sobrevivir, la cual probablemente tampoco tenga nada que ver con tu sueño, porque no hay tiempo de quedarte abajo.

¡Y llorás! Y tomás aire, y te levantás cada día sabiendo que tu sueño quedó atrás, intentando ser responsable, pero no tenés fuerzas para ser responsable, y guardás silencio, porque es difícil que alguien pueda entenderte, ni aun los más cercanos.

Caés de rodillas buscando una respuesta, tratando de entender, ¡y preguntás! (pues si querés una respuesta necesitás hacer una pregunta). Y viene aquella frase terrible a tu mente: "esperá el tiempo de Dios". Y no la podés entender, ¡así de simple! ¡No estás en condiciones de entender!
Buscás razones, buscás esperanza, buscás ese instrumento de Dios que te dé un empujón, buscás... Simplemente buscás.

Los sueños pueden dormirse pero no mueren, podés intentar ahogarlos, engañarlos, ignorarlos, pero si tu sueño es tu misión de vida solo morirá cuando murás vos, y cuando te murás tu sueño irá contigo. Dios puso la eternidad en el corazón del hombre, y con la eternidad el sueño. ¡No podés desistir! No porque no querás, sino porque no podés, aunque te digás cada mañana que terminó, él seguirá ahí, y te darás cuanta que de nada sirve alejarse de Dios, mientras Dios tenga la mirada en ti no se rendirá. ¡Dios no se rinde! Si aún da vueltas la Rueda, y Él tiene sus manos sobre ti, Dios seguirá, si tiene que seguir rompiéndote en mil pedazos.

Marco Franco
15-10-19


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